Por: Víctor Ed Kürten
Vórtice o brecha, yo prefiero llamarlo libertad; la única esperanza para huir de la prisión de tinieblas en la que nos encontramos confinados. Hemos localizado otra salida y debemos actuar con premura, los carceleros pronto descubrirán nuestras pretensiones.
Elegido de entre todos como peón sacrificable, mis hermanos me guían cegado a través de la negrura amniótica que nos envuelve; así hasta llegar a la apertura. Entonces salto. La oscuridad pugna por retenerme, noto sus tentáculos aferrándose a mi ser, pero soy más fuerte.
Ya, en el otro lado, veo a la muchacha. No lo sabe pero me ha traído. Ella es la llave. Me acerco y, con voz cavernosa, le susurro una frase recurrente a modo de tarjeta de visita: «No estás sola, perra». Grita, suelta la tabla Ouija y desconcertada mira a todos lados; pero no puede verme. Su pánico me excita.
La posesión ha empezado.